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Desabrigo cultural y político en redes

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Columna Guayabera Política/

 GUILLERMO HÜBNER DÍAZ

La crítica -análisis y discernimiento sobre cosas o personas que generan una conclusión útil, válida, equivalente a la verdad-, brilla por su ausencia en contenidos de afectados autores que pretenden examinan las acciones del gobierno, sólo para decretar una y otra y otra vez, en rutinaria y dañina irresponsabilidad social, desde luego profesional, que todo está mal y que, como nunca, Tabasco tiene un mal gobierno.

El filósofo, teólogo, sociólogo y tratadista español del siglo XIX, Jaime Balmes, acuñó una definición extraordinaria que podría ser aprendida y tenida como texto de cabecera por muchos tabasqueños dedicados -según sus auto hipervaloraciones-, a la crítica periodística de cuanto acontece en el ámbito político, cuando lo de ellos, bien a bien, no resulte sino simples manifestaciones de insidia y diatriba con las que confunden a los lectores y siembran dudas y odios entre la población.

Balmes, dice: «El pensar bien consiste, o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad, de otra manera, caemos en un error».

Y en un error, entonces, están las personas que no critican sino ofenden, condenan, denigran al gobernante. Lo injurian. Si criticaran las acciones de gobierno, las que fueran, tendrían que analizar y discernir lo bueno de lo malo para emitir un juicio, sacar una conclusión, dictar una especie de sentencia para orientar debidamente a los lectores y dotarlos de elementos útiles para normar de la mejor manera sus criterios y poder expresar opiniones responsables.

Manifestar juicios de valor, principalmente en redes sociales, en donde no existen directores ni correctores, es tarea fácil para quienes tienen por norma darle rienda suelta a sus emociones, pero al mismo tiempo es una conducta condenable porque no aporta ningún elemento beneficioso a la sociedad, tan urgida como está de mejor información y de todo factor que le permita recrear su ocio y elevarse espiritualmente.

No se habla mal del gobierno exclusivamente. Se particulariza con singular explosión de insania, en las figuras del gobernador Arturo Núñez Jiménez y de su esposa Martha Lilia López Aguilera.

Más que la crítica –o menos que ella-, con el matrimonio se ha cebado la insidia y la diatriba, la primera como acechanza y traición, la segunda como censura a priori y con estridencia.

No nos constituimos en defensores –aclaramos-, sólo señalamos que gracias a esa  irresponsabilidad y sobrada superficialidad cultural y política, muchos de los “críticos” contrarios al gobierno o contrarios a su personaje central, tienen convertidas las redes sociales en verdaderos caños cuyas aguas correr llenas de odios, amarguras y denostaciones.

La sociedad merece mejor trato, y el gobierno y los gobernantes, por malos que fueren, lo mismo, pues inventando situaciones y soltándose insultos al por mayor, no se contribuye a la superación de las carencias y a la solución de los problemas que nos aquejan, sino a agravar la descomposición social en la que por desgracia estamos todos inmersos.

Abundan casos en los que la “crítica”, fuera de ser insulto, constituye una amenaza, una advertencia -en el mejor de los casos-, dirigida a quien podría hacer cambiar la conducta de los autores mediante buena paga, ignorando o haciendo como que ignoran, estos “críticos”, que actualmente este camino, como vía para acceder a convenios de publicidad gubernamental, es el más equivocado y vetado de todos.

Del otro lado de esta baja y mundana realidad, se ve por una parte la tolerancia y la indeclinable decisión del gobierno de respetar la libertad de expresión, que es garantía constitucional de los mexicanos, a ningún “crítico”, por soez que resulte su “crítica”, se le ofende en su persona o en las de su familia o en sus bienes; por otra parte, la sociedad tiene la oportunidad, quizá como nunca, de conocer a sus “críticos”, a sus “periodistas”, a sus “orientadores y curadores sociales”.

¿Por qué no buscar un convenio de publicidad por la vía del respeto y la negociación civilizada ofreciendo un buen servicio, vendiendo un buen producto, estableciendo un compromiso no una componenda, una alianza no una complicidad, en vez de insultar al gobernante para que ceda a las presiones y haga mal uso del erario dotándolos de prebendas y regulares cantidades de dinero?

Creemos llegados los tiempos de cambiar paradigmas y voltear la mirada hacia la sociedad, víctima de tanta aberración y absurdos. Creemos.

 

 

 

 

 


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