Historias Cotidianas

Se busca papá

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Víctor Ulín/

Le puedo asegurar que ahora mismo hay una mujer amorosa dispuesta a ser madre. Que si la tiene enfrente y le sonríe será quizá porque lo ha elegido para cortejarlo. Para ser el papá de sus futuros hijos.

Parece de lo más sencillo: dos miradas que se cruzan, dos aromas que se encuentran, dos corazones que sincronizan sus latidos y sucede la magia que los vincula o los lleva al altar en seis meses, uno o dos años después de la relación.

Nace entonces la familia y la sociedad se estabiliza y el mundo sigue girando sin la preocupación que un día se quede sin habitantes.

Hay en este momento miles de mujeres que desean ser madres y enamorarse genuinamente de un hombre que no solo las haga feliz, sino que sea un padre ejemplar para los hijos con los que ha soñado.

Es lo que deseamos que suceda para que toda mujer, por decisión propia, claro, viva la experiencia única de la maternidad en compañía del hombre que eligió en su trabajo, en una fiesta o en la misa de 12 en la que se encontraron después de tantos domingos sin coincidir.

Las mujeres de las que les hablo están por todas partes transitando sus propios caminos para encontrarse -buscándose -o no- con esa persona que todavía no conocen o que ya conocieron.

La elección del padre del hijo que se desea se vuelve cada vez más difícil en estos tiempos de tanta oscuridad. A veces el amor no es suficiente ni viene acompañado de la certeza que inventamos para darnos la comodidad de que controlamos el universo. También hacen falta hombres que sean hombres. A ser padre se aprende. No se nace.

Si usted es la persona que está a punto de encontrarse con la mujer que le andaba buscando, solo necesita un cúmulo de sentimientos y emociones que lo mantengan siempre unido en la familia. Que lo perfilen como el hombre idóneo.

Usted, como primera condición para aspirar a ser padre, debe desearlo inmensamente, así como ella, y, si ya encontró al amor de su vida, tiene que tener claro que debe estar disponible todos los días las 24 horas y los 365 días de cada año de existencia

Desde sus primeros días de nacimiento en los que quizá no duermas, hasta que sea incluso un adulto que todavía permanezca en casa, te levantarás solo para saber que está bien en su cuarto. Que respira.

Cuando esté cursando el kinder, la primaria, la secundaria, preparatoria y universidad no deberás faltar a ninguna de sus actividades a las que te haya invitado para ir a verlo, hasta debes sorprenderlo de vez en cuando. Esos días te buscará con la mirada entre todos los padres que vayan igual a ver a sus hijos. No le falles por favor.

Procura no regañarlo. Mucho menos violentarlo si hace alguna travesura. Siéntate con él y plática. Los niños son niños. Habla siempre. Que tus palabras sean caricias y no golpes.

Con frecuencia dile lo mucho que lo amas mientras lo abrazas y le das un beso. Que es un hijo o la hija que deseaste tanto como su madre que movió mar y tierra para que sucediera.

Sin que te lo pida, abrázalo las veces que sea necesario. Los abrazos son los escudos imbatibles que preparan para las batallas que los hijos enfrentarán en el día a día, y no siempre estarás.

La mujer que tiene todo el derecho de ser madre, de desearlo, de consumarlo, debe saber también que no hay hombres perfectos. Que no hay hombres buenos o malos. Solo padres que en cualquier momento pueden cometer errores y ser la antítesis de lo que quieren para sus hijos. O todo lo contrario. Nadie lo sabe.

Cierto: la mujer que elige, que está segura de lo que no debe estar, sin dejar el optimismo y su voluntad, se puede equivocar una, dos o más veces. Es lo más natural en el ser humano que ha hecho civilización del ensayo y el error. Que aprende equivocándose muchas veces.

La búsqueda se vuelve más complicada si se quiere encontrar la perfección física, emocional e incluso espiritual.

No dudo que hay jóvenes o adultos que también quieren ser padres y están en la búsqueda de la mujer que quieren para sus hijos.

Ser padre o madre de familia es uno de los propósitos tácitos de nuestra naturaleza para transcender y ofrecer el único amor que es verdaderamente incondicional (por los hijos los padres lo dan todo, hasta la vida misma).

A las mujeres que quieren ser madres y no lo son por circunstancias que tarde o temprano disipará el caos, por favor no miren el reloj ni cuenten las noches ni los días que pasan. Esas lágrimas que seguramente derraman por las noches, o esa tristeza que se vuelve confusión, son sinónimo de esperanza y de una felicidad que atisba como diamante enterrado en las profundidades de una cueva que espera ser descubierta para brillar intensamente. Para dar luz. Vida.

Le aseguro de nuevo que hay una mujer amorosa que en este mismo momento ansía, desde un “deseo muy profundo” que resulta inexplicable, ser madre, una madre muy amorosa. Y lo más importante: que mantiene una fe inquebrantable y que ha hecho de Dios, su principal aliado para encontrar al padre de su hijo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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