Justicia, solo justicia
*Víctor Ulín/
Ninguna palabra de las que existen alcanzaría para calificar lo que Mariano les hizo a Alejandra y a María José que lo fueron a buscar al Estado de Colima.
Podría acabarse el mundo y no nos daría tiempo de entender nuestra propia naturaleza. De lo que somos capaces cuando se ausenta la razón y solo queda el animal que somos. Sin sentimientos. Sin alma. Sin rasgos de humanidad.
El primero de noviembre, Alejandra, originaria de Jalisco, empacó sus cosas y viajó con su hija María, de un año de edad, al Estado de Colima a visitar a Mariano
La última comunicación vía celular la tuvo con su madre. Le avisó que ya había llegado al Estado de Colima y que estaría hospedada en el hotel América.
El Colectivo de Madres Buscadoras de Jalisco fue el primero en reportar la desaparición de Alejandra y su hija cuando dejó de responder mensajes y llamadas de sus familiares.
Le siguió la reacción burocrática de las autoridades para oficializar la búsqueda y alertar a la población para que ayudara a encontrarlas en medio de la desesperación de su familia.
El primero de noviembre, Alejandra había decidido ir al encuentro con su pareja para pedirle que reconociera la paternidad de su hija.
Le había informado también a sus familiares la decisión.
Estando en el hotel América ya instaladas, Mariano no tardó mucho en pasar por Alejandra y su hija María.
Entre ese momento y días posteriores, el paradero de Alejandra y su hija era desconocido. La búsqueda se había intensificado y no tardarían en encontrarlas a las dos.
La Fiscalía de Colima precisa que los cuerpos de Alejandra y su hija María estaban en un predio del municipio de Cuauhtémoc.
Antes de ser localizadas el sábado 9 de noviembre, Mariano llevó a Alejandra y a su hija a un motel de la ciudad, del que aún no sabemos ni ubicación ni nombre.
Lo que pasó dentro de la habitación del motel es algo que también ignoramos hasta este momento.
Pero podemos suponer lo que sucedió: un Mariano colérico reclamando sin un ápice de razón y rechazando la petición de Alejandra para que asumiera la paternidad de María y su manutención. Lo normal. El deber de un hombre que procrea un hijo.
El comportamiento de Mariano en la habitación del hotel tuvo que ser muy distinto a la etapa de enamoramiento de Alejandra.
En la reacción de Mariano no hubo ni un instante de razón para pensar tampoco en su esposa, con la que vivía en Colima. Lo acobardó la idea de que se supiera que mantuvo una relación con Alejandra y que tenían una hija desde hace un año.
Cuando lo detuvieron, los elementos de la Fiscalía notaron rasguños en sus manos y heridas de defensa, le llaman los forenses.
Imposible no imaginar que Alejandra intentó defenderse y proteger con todas sus fuerzas a su hija para que Mariano no las matara.
No creo que los jueces lo liberen cuando todas las pruebas lo inculpan de asfixiar a su hija y a su pareja y luego abandonar sus cuerpos en el predio del municipio Cuauhtémoc. Fríamente. Sin sentir.
No creo que tampoco Mariano vuelva a dormir en paz en los años que le restarán de vida en la cárcel en la que ahora está, en espera de sentencia.
Justicia, solo justicia para Alejandra, su hija y toda la familia.
*Originalmente esta columna es publicada por el Semanario Arquidiocesano de Guadalajara