La gente percibe que no hay plan «B»
Columna Pórtico/
Román Ramírez Carrillo/
La furia social de los mexicanos se acrecienta por las medidas esquizofrénicas y argumentos endebles del gobierno federal para hacer frente a las protestas de la gente por la situación actual del país.
Los sectores que tradicionalmente apoyan al gobierno, como los organismos empresariales y las clases medias y altas, han mostrado su inconformidad con este incremento, pues reconocen que la mentira y el engaño son condiciones sistemáticas del gobierno mexicano sin importar el partido que gobierne.
La molestia de la gente creció por la comprobación de los falsos argumentos para la aprobación de las reformas hacendaria y energética, pues afirmó que los precios del gas, de electricidad y de gasolina no aumentarían.
Para los diferentes grupos sociales, ante las protestas, el presidente hace frente con el sello de la casa: frivolidad, ignorancia e incompetencia de su grupo político, en un entorno de corrupción, impunidad, y violencia.
El gasolinazo no es el verdadero problema del país, sino sólo uno de sus efectos. El problema de raíz es la corrupción del sistema político mexicano, que se aceleró desde ya hace más de treinta años, pro eso, es risible el discurso del Presidente de la República invitando a la austeridad social, pero sin el respaldo de la austeridad gubernamental.
Las protestas, violentas algunas y pacíficas otras, ostentan un fuerte sentimiento de incertidumbre, pues se percibe que no hay plan B para enfrentar ni al señor Trump, ni dar certezas al rumbo de la economía durante los dos últimos años del Presidente Peña Nieto.
La expresión del Presidente “¿ustedes que harían?”, enardeció más a la población, y motivó que diversos grupos sociales, entre ellos la iglesia católica, como parte de la sociedad civil, apuntaron varias posibles soluciones, para contestarle al presidente su esquizofrénica pregunta.
Diversos sectores de la iglesia, le expresan al presidente, que un verdadero compromiso del Estado ante la sociedad mexicana, debe partir de una supresión de todas las asignaciones presupuestarias a los partidos políticos.
Que la reducción de los salarios de la alta burocracia, sea similar a lo que percibe un profesionista normal, lo cual incluye al Presidente, a los Gobernadores, a los Alcaldes, a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, a los Diputados y demás, sujetando las percepciones a los resultados obtenidos en el desempeño de su encargo.
Limitar a cien el número de Diputados Federales, y hacer reducciones similares en los Congresos Locales. Disminución del número de Regidores Municipales, y establecer que el Instituto Nacional Electoral funcione solamente para los períodos electorales y con salarios modestos.
Elaborar una normatividad para que todos los funcionarios, incluidos los de alto nivel, atiendan su salud en las mismas instituciones en que lo hacen los trabajadores mexicanos y prohibir bonos, compensaciones extraordinarias, dietas, primas, paquetes, y cualquier otro tipo de prestaciones fuera de la Ley.
Para que todo lo anterior sea real y ocurra un verdadero cambio social en México, es indispensable el surgimiento de una ciudadanía más comprometida, que vocifere menos y participe más, una ciudadanía solidaria y comprometida con el bien de todos, sin lo cual no puede darse el bienestar individual.
Los ciudadanos mexicanos no somos capaces, todavía, de construir una visión crítica, orientadora del momento presente en temas sociales y coyunturales; no exigimos una democracia consistente.
En situaciones de conflicto nos falta organización pacífica, unidad de criterios, perseverancia y reclamo de resultados. Protestemos, pero también hagamos de la no violencia activa un estilo de vida. Es tarea pendiente vincular la no violencia como política para la paz en todas nuestras regiones. Hace falta mostrar, como ciudadanos, una exigencia serena, pero firmemente sostenida con la acción social.