Hoy escriben

Si ayudáramos a recordarnos…

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Pamela Alexandra Soto

Todas mis noches intento recordar lo que comí en el desayuno, pero nunca lo logro. Confundo lo que quise desayunar y lo que desayuné como tal, y termino diciendo que comí cereal para no meterme a averiguar.

Soy una persona olvidadiza, se me dificulta retener información importante y, por el contrario recuerdo a detalle cosas que no le importan a nadie.

Creo que existen más personas que, como yo, no padecen de alzheimer o de alguna enfermedad degenerativa (quiero creer) y es por ellos que quise escribirles esto.

En la escuela nos enseñan que Cristóbal Colón llegó a América en… ¿en qué? Ah sí, la Niña, la Pinta y la Santa María. No sé para qué, pero hacen que lo recordemos siempre. Nunca he visto una carabela en mi vida, vaya, ni al capitán de un barco fuera de una película.

También me enseñaron que Plutón era un planeta, luego que no, después que dijo su mamá que siempre sí, pero es un planeta enano.

Tus papás no dejan que olvides que la sopa no se sorbe y que los codos no van sobre de la mesa. Que saludes de beso a esas tías que jamás has visto, pero que están en la sala de tu casa platicando con tu mamá, y si no lo haces, eres grosero y mal educado.

Tus amigos siempre están recordándote cada error que cometiste, pero olvidan continuamente que hubo veces en las que su mundo se hizo pedazos, y sólo tú te quedaste allí, tan sólo para recordarle que podía construir uno nuevo. Así son muchos.

Siempre nos recuerdan que debemos ser educados, que nos portemos bien, que no nos metamos en problemas, que respetemos a los adultos (y los adultos jamás nos respetaron a nosotros). Que seamos dóciles, que sigamos órdenes imitando a un simple ordenador. Que llorar y las lágrimas en sí, significan debilidad de quien las arroja y fortaleza de quien las traga.

Pero nadie te recuerda cuando te estás olvidando a ti. Nadie te deja recados en el refri diciendo que no olvides disfrutar el atardecer. O que te regocijes con el amarillo de las flores de ése árbol de tu ciudad que ya olvidé como se llama.

No te mandan mensajes diciendo que no vayas a olvidar tu sonrisa en casa para la exposición de mañana.

Nadie te dice que te consientas con un baño relajante por una mención en twitter.

Nadie me recordó no olvidar que la música de céspedes te arrulla el alma, y que los abrazos de un niño suturan las heridas.

Espero que no terminemos siendo la sociedad de robots que no comen con cuchara si no encuentran tenedor.

Deseo que no terminemos siendo la generación ausente que no disfruta de las pequeñas cosas y recuerde todo detalle inútil que insisten que aprendamos.

Hoy yo sólo quería recordarte que tienes que ver la vida como si fueras un niño de 5 en un espectacular show de magia.

Espero tampoco olvidar cómo escribir.


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