La espera terminó
Víctor Ulín/
El 24 de julio de 2025 María de Jesús Mundo no se levantó de las sillas en las que permaneció durante tres años.
Había hecho de la terminal de autobuses su único hogar desde el día que llegó.
Solo se levantaba para asearse en el baño más cercano y comer lo que la gente le daba, o conseguía.
Hay dos versiones sobre cómo llegó a la Central de Autobuses de Puebla (CAPU): la primera, que unas personas, entre ellas sus familiares, la habrían dejado abandonada con su maleta en la entrada del lugar, y, la segunda, que arribó sola, luego de ser desalojada de su casa, para esperar a su hijo Víctor Manuel que vendría de Estados Unidos, y a una de sus hijas.
En la terminal de autobuses prácticamente todos llegaron a conocer a doña María de Jesús Mundo.
A los pasajeros que trató, le contaba su historia. Llegó a formar parte de la central de autobuses y era querida por los extraños de todas partes.
Doña María de Jesús Mundo, -nombre bendito de principio a fin-, tenía la esperanza de que su historia se replicara entre los viajeros y llegará a oído de sus hijos y fueran a buscarla tan pronto lo supieran.
Los esfuerzos de los funcionarios del DIF en Puebla para que viviera en un asilo o albergue para personas adultas mayores que no tienen familiares o son abandonadas, fue en vano. No quiso moverse del lugar. Tenía la certeza de que se reencontraría con sus hijos.
Es ese instinto maternal que supera la razón y cualquier forma de persuasión.
Su mayor temor era que su hija o hijo volviera y no la encontraran en el lugar.
La maleta, una bolsa y un cartón eran las únicas pertenencias que tenía y estuvo lista para marcharse en cualquier momento, pero solo de la mano de uno de sus hijos que volverían.
Doña María de Jesús Mundo quería mucho a sus hijos. No sabiendo nosotros si es que había sido abandonada o llegado sola a la terminal, nunca hubo palabras de reproche, por lo menos no escuchada por alguna de las personas que la llegó a conocer y que dieron sus testimonios a los reporteros.
Para los medios de comunicación su historia llegó, -nos llegó tarde-. Quizá alguno de sus hijos nos hubiera leído, visto o escuchado y se habría arrepentido, -si fuese el caso-, de haberla dejado en la central hace tres años, o se hubiese apresurado a llegar si es que sabía que los estaban esperando en la central.
Durante tres años – es el tiempo que sabemos que duró viviendo en la terminal-, doña María de Jesús Mundo se levantaba optimista creyendo que alguno de sus hijos bajaría de alguno de los autobuses y, -como en las películas,- corriera a su encuentro y la abrazara.
Es el final que nos hubiera gustado que su espera tuviera.
En la fotografía que acompaña la nota de su historia, doña María de Jesús Mundo, de 79 años de edad, cubierta con un suéter, no denota cansancio. Su pelo es cano y su piel mantiene el temple que nunca doblegaron los días de ausencia. Ciertamente, las madres nunca se cansan de esperar a un hijo, sea hasta la madrugada que regrese de alguna fiesta, el trabajo, la escuela o hasta que aparezca si se ha extraviado o fue secuestrado.
Cuando la encontraron recostaba en la silla de la terminal, doña María Jesús Mundo parecía dormida. Durante la noche o la madrugada del 24 de julio del 2025 un infarto cardiorrespiratorio le apagó el corazón. Le impidió continuar esperando en vida a sus hijos.
Cinco días después de su fallecimiento, una de sus hijas -Alma, -dicen que se llama, no hubo versión oficial-, fue a la Fiscalía de Puebla a reclamar el cuerpo de su madre.
No lo vimos. Pensemos en que doña María de Jesús Mundo sintió por última vez el abrazo de su hija que regresó finalmente por ella, como le habían prometido. La espera terminó.