La ruta de Andy
Víctor Ulín/
Desde que empezó a construir su propio camino en Morena, y ahora ya como dirigente, era previsible que Andrés Manuel López Beltrán (conocido más como Andy) buscaría primero ser jefe de gobierno de la Ciudad de México y después Presidente. No debería sorprender que ahora confirme sus aspiraciones, mucho más cuando la elección del 2030 inició cuando acabó la del 2024.
Aunque su presencia fue más mediática, durante el gobierno de su padre Andrés Manuel López Obrador, Andy siempre mantuvo un perfil bajo. Respetó el espacio público que su padre ocupó con su desempeño a lo largo de seis años y desde las mañaneras que fueron y siguen siendo exitosas con la presidenta Claudia Sheinbaum.
Es natural -y lógico- que, siendo el rival a vencer en la Ciudad de México primero y luego en la Presidencia por su eventual postulación, la oposición se le lance ahora por haber dicho que “dedicaré mi vida y siempre lucharé” por la Ciudad de México y considerarse chilango por adopción y convicción, sin traicionar sus raíces tabasqueñas, donde nació.
Con una oposición mermada, sin liderazgos realmente competitivos, existen las condiciones idóneas para que durante los próximos años Andy consolide su aspiración y la construcción de su plataforma para estar listo cuando llegue el momento de buscar la candidatura a la jefatura de la Ciudad de México en el 2030, desde donde sentará las bases para llegar a la Presidencia.
La conclusión de su reciente recorrido partidista acompañado de la presidenta y secretaria del partido, le permitió pulsar el ánimo de la militancia e incluso el cariño que mantienen hacia su padre para emprender una reorganización y renovación seria en las estructuras de su partido. Pero fue igual de facto su primera gira de posicionamiento como líder nacional de su partido y ante los mexicanos.
Su preocupación externada en sus encuentros con la militancia, sin embargo, es fundada: es la división interna lo único que podría afectar sus aspiraciones -y de muchos más- o el triunfo de su partido en las próximas elecciones del 2027 para mantener la mayoría en el Congreso de la Unión y por ende en riesgo las elecciones del 2030.
En contraste con las aspiraciones de otros que dependen de terceros, las de Andrés Manuel López Beltrán dependen de sí mismo y, por lo visto en sus visitas a los estados del país, cuenta con el apoyo de la militancia que está receptivo a sus candidaturas en el mediano y largo plazo.
La presencia simbólica y mediática que tiene aún su padre que permanece en el retiro formal, por supuesto que se le suman al propio capital político de Andy. Sería ingenuo no considerar que el ahora expresidente cuenta con una amplia influencia política todavía dentro y fuera de su partido, y por tanto que directamente le favorece a su hijo que, por su lado, hace lo suyo.
Tampoco es un delito que lo asocien con su padre o de manera inherente lo favorezca lo que hizo como Presidente, como líder de Morena o luchador social de la izquierda durante muchos años. Al contrario, es válido que lo capitalice, qué político de Morena no lo haría y lo ha hecho ya.
Por supuesto que hace falta mucho tiempo, relativamente, para que lo veamos como candidato a la jefatura de la Ciudad de México, pero que nadie se diga sorprendido de que Andrés Manuel López Obrador esté ya a la cabeza de la candidatura – y pronto de las preferencias-no solo en Morena, sino del resto de partidos de la oposición para contender por la Ciudad de México. Y no hace falta ahondar en la buena relación política y de amistad que mantiene con la Jefa de Gobierno de la capital, Clara Brugada, y qué decir con la Presidenta Claudia Sheinbaum.
La ruta de Andy ha estado más que clara y nunca ha intentado engañar a nadie por sus aspiraciones, muy legítimas, le guste o no a la oposición. Y seguramente lo vamos a ver también en las boletas electorales en la elección presidencial del 2036 y, si las circunstancias no dictan otra cosa, hasta podría ser antes, en la del 2030.