El amor en los tiempos del Ómicron
Víctor Ulín/Sin Remitente/
En la terraza de la cafetería, una joven intenta justificar ante la amiga su falta de sentido para volver a enamorarse después que su última pareja la había dejado.
Al interior del local, otra joven presume a los amigos su más reciente viaje a Europa y de cómo de París, Francia, viajó a Londres.
La gente, aquí, vive su mundo en cada mesa. En cada sorbo de café.
Hay los que vienen, se forman, compran y se van con su bebida en mano.
Es domingo y hace frío. El cielo está nublado.
La vida transita sin el Covid19 a bordo.
Más de dos mil casos en un día en Tabasco escandalizan ya a pocos.
El morbo parece centrarse ahora en la cantidad de fallecidos y hasta en qué momento los hospitales se quedan sin personal médico para atender a los pacientes que, vacunados o no, sucumban al virus.
En cualquier momento esta serie de la vida real superará a las de Netflix.
El martes, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó de buen humor que estaba infectado y apenas ayer se le veía de buen ánimo recordando al maestro Carlos Pellicer Cámara.
Desde los medios de comunicación, en la semana que concluyó, la secretaria de Salud, Silvia Guillermina Roldán, convocó a la población a quedarse en casa y a que si presentan algún síntoma asuman que es Covid19 y no acudan a realizarse la prueba de la que podría haber escasez en cualquier por la alta demanda de pacientes y la ausencia de proveedores.
El gobernador Carlos Manuel Merino apeló desde sus redes sociales también al buen juicio de la gente para que se cuide y aprovechó para anunciar que ha dado positivo a la enfermedad, pero que mantiene síntomas leves y se mantendrá al tanto de lo que ocurra en su administración desde sus aposentos.
Del miedo generalizado al virus que nos mantuvo en cautiverio más de un año, pasamos gradualmente al desafío de volver a una normalidad que ya no existe pero que insistimos en simular.
Bajándonos el cubre bocas, nos volvemos a redimir frente a la libertad y a la máxima de la muerte: cuando te toca, aunque te quites.
Qué importa entonces si es Delta u Ómicron el que se mete por nuestras narices. Con que no se meta con el corazón, es suficiente.
En la mesa de la terraza de la cafetería, la joven enamorada le sonríe a la amiga confidente mientras le parafrasea recuerdos. No puede dejar de pensar en el ex novio ni en estos tiempos. Lo sigue amando, le confiesa.