Una madre valiente
Una madre valiente/
Víctor Ulín
Quién diga que Brenda no pensó en sus dos hijas o que no las quiso está equivocado. Las madres que quieren a sus hijos son la regla y no la excepción. Afirmaría que no hay madres malas. Solo buenas.
Prefiero imaginar su vida de otra manera. No estigmatizarla como muchos que leyeron la nota del periódico.
La pienso por las mañanas. Preocupada por darle de comer a sus dos hijas cuando apenas despertaban y vestirlas para llevarlas a la escuela.
Aprovechaba el resto de las mañanas para lavar ropa ajena, trabajar como doméstica o empleada en una tienda para ganar algo de dinero y mantener a su familia.
Es lo que hacen las madres que asumen la responsabilidad de un padre ausente, por abandono o muerte.
No debemos negarle a Brenda que hizo todo lo posible por procurar una vida digna a sus hijas, antes que preocuparse por ella.
Las madres son así: dejan de comer o vestirse para que sus hijos no pasen hambre o anden con ropas remendadas.
No debería extrañarnos que Brenda hiciera lo mismo sin importarle su salud o apariencia.
Qué pasó por su mente en ese momento que tomó esa decisión, no lo sabemos ni lo sabremos nunca. Solo ella lo supo.
Por las noches, Brenda quizá velaba el sueño de sus dos hijas. Antes debía preocuparse también porque cenaran, para no irse con el estómago vacío a la cama. No importaba si ella alcanzaba o no comida.
Las madres suelen tener una vocación de sacrificio a prueba de batallas como las de David contra Goliat. Siempre desafiabas por las circunstancias y la vida misma. Son estoicas por naturaleza.
No piensan sus decisiones cuando se trata de proteger a los hijos. Las mueve el instinto de madres y el sentimiento amoroso que derrumba cualquier adversidad.
La batalla por la vida no es fácil para muchas madres. Brenda no deseó que la vida con sus hijas fuese esta que ahora sabemos por la nota del periódico, pero que no le demerita su condición de madre.
Ni usted ni yo debemos juzgarla. No somos nadie para hacerlo. Y menos si es hombre.
La nota del periódico está plagada de clichés y lugares comunes.
Brenda debió llorar mucho antes de tomar la decisión. La más difícil para cualquiera. Nadie la escuchó llorar ni en el momento ni antes de lo que hizo.
En la vida de todos, y más de las madres que también son padres, hay momentos en que el mundo se vuelve pequeño. En que todos se ausentan. En que no llegan ni las respuestas ni las soluciones. En el que tampoco las plegarias hacen el milagro. Momentos en el que todas las nubes son grises y el cielo un tremendo hoyo. En el que aparece ese instante que nos doblega por más resistencia que pongamos. No todos resistimos.
Brenda luchó y resistió hasta el último suspiro antes de que dejara caer su cuerpo al vacío y la cuerda quebrara su cuello.
La verdad que no tengo duda. Era una madre valiente. No importa que el periódico o los vecinos no lo digan. O que usted tampoco lo piense. Lo fue y debería seguir siendo para sus dos hijas que la encontraron en su recámara la noche del 29 de octubre de en la colonia Morelos, Comalcalco.
No fue una víctima más del sistema o de nosotros que nos lavamos las manos, como después de leer el periódico, ni su muerte en vano. Hay que imaginarla mejor como una heroína. Es un mejor titular para recordar su vida.