«Leandro Rovirosa siempre fue mi ejemplo a seguir»
Entrevista/ Por Víctor Ulín/ Grupo Cantón
En el teatro Esperanza Iris lo ovacionaron por última vez. En el escenario, don Leandro Rovirosa Wade, el ex gobernador de Tabasco, conmovido, agradeció el gesto.
A un costado, Gerardo Gaudiano Rovirosa, su nieto y entonces diputado federal que había terminado de rendir su informe de labores, observó cómo su abuelo se llevó las palmas. Le alegró.
Con la imagen de aquéllos aplausos y la gente de pie, pensó después: “Mi abuelo se puede ir en paz, porque hoy acaba de recibir un reconocimiento más del pueblo de Tabasco”.
Eso le dio mucha tranquilidad en los días posteriores, antes de la convalecencia de don Leandro.
El reconocimiento espontáneo de los tabasqueños había sido el último homenaje en vida a su abuelo y el nieto lo había hecho posible.
Pasado el informe legislativo, su nieta Pachela Gaudiano –que no es política- cumplió uno de los últimos deseos del abuelo. Le había pedido que lo llevara a dar una vuelta por la ciudad. Lo paseó por Tabasco 2000, la zona en la que, siendo gobernador (1977-1982), demostró su visión de estadista y de ingeniero de avanzada.
De regreso en casa, don Leandro le narró a Gerardo lo sucedido. Le dijo, contento, que cómo mientras avanzaban contó instintivamente las obras que había hecho durante su período como gobernador y que permanecían como si hubiesen sido hechas hace poco tiempo.
-Yo le dije: abuelo, es que tus obras siguen vigentes. Tabasco 2000 sigue siendo el centro económico del Estado. Y las obras del ingeniero Rovirosa siguen vigentes hasta el día de hoy. Su obra perdura y su legado también. Es ejemplo para muchas generaciones.
“El compromiso de su legado” es una responsabilidad cotidiana y constante que Gerardo asume con compromiso cuando la gente, en los recorridos por las colonias o comunidades, le recuerda cómo su abuelo, el ex gobernador, les resolvió sus necesidades: les hizo las calles, les construyó el hospital, les llevó luz, agua, urbanizó las Gaviotas, y tantas obras más. Y le piden que no les falle. Que siga el mismo camino. Que no desista.
Como su aliado incondicional que fue a lo largo de su vida, no le ha sido fácil acostumbrarse a la ausencia física de su abuelo, mucho menos desde que gobierna el municipio más importante de Tabasco. Faltan los consejos que le ayudaron a tomar decisiones claves en su carrera o a disipar dudas, las conversaciones apasionadas sobre política que se prolongaban durante horas en el desayuno y los encuentros familiares.
“Es mi gigante. Siempre ha sido mi ejemplo a seguir en la política. Fue una persona comprometida con los ciudadanos. Querido en su tierra. Que luchó y defendió a Tabasco y que hoy lo recuerdan con mucho cariño”, destaca Gerardo Gaudiano Rovirosa, el alcalde, en su oficina del Ayuntamiento de Centro, en la víspera del tercer aniversario luctuoso de su abuelo.
Es el único nieto que heredó los genes de la política del abuelo y la herencia de su gobierno.
Hay mucho en el gobierno de Centro que tiene el espíritu y la mística de don Leandro Rovirosa Wade, el reconocido ingeniero tabasqueño que ocupó también la Secretaría de Recursos Hidráulicos en el gobierno del Presidente Luis Echeverría Álvarez.
“He copiado mucho su estilo de gobernar. El siempre decía que había que gobernar desde la calle, fuera de las oficinas, y es lo que he procurado hacer desde el primer día de mi gobierno”, refiere Gerardo, con una pausa que impone a fuerza el nudo en la garganta.
En su equivalente, las audiencias públicas con el Alcalde los jueves, y Presidente por un Día son una réplica de lo que su abuelo implementó durante su período gubernamental. Lo demás es parte igual de su enseñanza: un gobierno cercano a la gente.
Gaudiano aprendió desde los días en que preguntaba a su abuelo cómo había sido su gobierno y lo que hacía para atender y mejorar las condiciones de vida de los tabasqueños. Conserva lo aprendido y lo pone en práctica ahora que es alcalde de Centro.
En su oficina del Ayuntamiento, el abuelo está sin estar. Sigue presente. Un busto de bronce de él colocado en una tredenza a espaldas del escritorio de cristal que usa muy poco, observa a Gerardo en tanto convoca momentos pasados para vivenciar aquéllos años juntos.
En la pared, entrando a la oficina, a mano izquierda, hay un cuadro de Benito Juárez García, con los ojos rojos, obra de González Camarena, y a un costado una bandera, con un escudo nacional en la punta, pintada a mano, que le obsequió su abuelo.
A propósito de memoria, tiene muy presente el poema que le regaló don Leandro en una de esas tantas visitas a su despacho en la que revisaba su biblioteca y preguntaba por las imágenes en los cuadros. Se llama “No Desistas” y es de Rudyard Kiplim. Es su favorito. El que recita en silencio en esos momentos de desánimo.
-Descansar acaso debes, pero nunca desistir- cita.
Y no descansa, o descansa muy poco. Desde la mañana y hasta muy tarde está cerca de la gente, más en las calles que en la oficina, como a su abuelo le hubiese gustado verlo.
-¿Cómo honrar la memoria y la herencia de tu abuelo?
-Con trabajo. Cumpliéndole a los habitantes de Centro. Ser un ciudadano de bien. Poner en práctica mis ideales, mis principios. Ser un ejemplo para las nuevas generaciones. En fin. A diario construyo mi propio legado y continúo poniendo en alto el de mi abuelo.